lunes, 15 de junio de 2009

DEL ESCRITORIO DEL PRESIDENTE

Lucas, 16:19-31, hombre rico, vestíos de purpura, lino fino, cada día fiestas esplendidas…

Un rico se pierde, un pobre se salva; ser rico es una condición de perdición eterna, notamos por decir algo, ¿está Dios haciendo acepción de personas?, ¿puede El discriminar por condición social o económica? Ser pobre es la cualidad necesaria para ser salvo, ser enfermo; lleno de llagas, hambriento, todos estos aspectos son parte de la humanidad existente hasta hoy. Los gobiernos, organizaciones; religiones y los organismos internacionales etc. están viendo, a los pobres, los desprotegidos, los desvalidos, los hambrientos, los enfermos, quienes son el número uno en sus planes económicos de gobierno. Grandes promesas incumplidas, politiquería barata de hombres mentirosos, inicuos; fatuos, adúlteros espirituales, cristianos, hoy políticos salvadores, mesías del nuevo orden mundial. ¿Hasta aquí esto?

Lázaro muere, los ángeles lo llevan, el rico muere ¿quién lo lleva? El rico es atormentado, su tormento giraba en torno a su conciencia humana, se acordó de sus hermanos; los recuerdos no nos abandonan jamás, si eso es en el Hades, ¿cómo será en Su presencia? Nuestra vivencia está dictaminando y marcando el premio y retribución en la eternidad, lo que se siembra se cosecha, el alma tiene cuerpo; si ve de lejos, también tiene ojos ese cuerpo, y también puede hablar. Se tiene mucha sed allí; se piensa en algo tan pequeño como el agua, se es consciente del calor allí. Hay llamas que queman pero no destruyen. Una sima, marcaba una gran diferencia; un espacio una dimensión y otra, un espacio y otro; dolor y sufrimiento. Una agonía eterna y final. El padre Abraham, está vivo y habló; tú recibiste… ¿quién le dijo lo que recibió? Moisés y los profetas; ¿cómo los conoció Abraham y cómo supo desde el pasado los acontecimientos del futuro. Qué diálogo maravilloso entre el rico y Abraham. ¿Quién le dijo al rico que ese es Abraham? Allí no se preguntará nada, no habrá necesidad de ello; la mente de Cristo una deidad en nosotros; un conocimiento sin igual. Lázaro no habló sino sólo Abraham ¿por qué?
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