viernes, 24 de julio de 2009

EL MANA Y EL PAN DE VIDA







Muy queridos amigos y hermanos en Cristo que nos leen desde los distintos países del mundo entero, les saludo en el nombre del Señor. No quisiera abordar en este momento noticias sobre caos mundial ni mucho menos echarle la culpa al diablo de todo lo que pasa. Simplemente quisiera ahora compartirles unos textos bíblicos que me han llamado mucho la atención en estos últimos días y que han enriquecido mi vida espiritual y yo creo que les va a servir de mucho.


He aquí el primero:


31Los israelitas llamaron maná  a lo que recogían. Era blanco, como semilla de cilantro, y dulce como hojuelas con miel.
32Después Moisés dijo:
—Esta es la orden que ha dado el Señor: Llenen de maná una medida de dos litros, y guárdenla para sus descendientes, para que vean la comida que yo les di a ustedes en el desierto, cuando los saqué de Egipto.
33A Aarón le dijo:
—Toma una canasta, y pon en ella unos dos litros de maná. Ponla después en la presencia del Señor, y que se guarde para los descendientes de ustedes.
34De acuerdo con la orden que el Señor le dio a Moisés, Aarón puso la canasta ante el arca de la alianza, para que fuera guardada.
35Los israelitas comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierras habitadas; es decir, lo comieron hasta que llegaron a las fronteras de la tierra de Canaán.
36(El gomer era la décima parte de un efa.) Éxodo 16:31-35.


En este pasaje bíblico vemos que el pueblo de Israel se encontraba en medio del desierto y por consiguiente no tenían NADA. Allí no había el supermercado, los congeladores, el agua potable, la panadería, la electricidad, la bolsa de valores, automóviles, casas, aire acondicionado, etc. Simplemente había cielo y arena. En este momento dependían de la misericordia de Dios. Y esto que no fue una situación de una semana o dos, sino que fueron cuarenta años en el puro desierto a causa de la desobediencia.


Me acuerdo que hace unos años atrás, hubo una ruptura de una cañería de agua potable bastante importante en la zona en donde vivo y el resultado fue bastante catastrófico, la compañía en donde yo trabajaba en aquel entonces, que operaba las veinticuatro horas, tuvo que cerrar el centro de operaciones debido a la falta de agua por día y medio, cosa que nunca había sucedido en la historia. Y eso que había electricidad. Tuvieron en ese tiempo que acudir al centro de emergencia al otro lado de la ciudad para seguir brindando servicio porque el centro estaba declarado en emergencia. Una de las causa del cierre fue por los servicios higiénicos y la otra porque el aire que sale de la calefacción necesita agua para humedecer el ambiente. ¿Se imaginan si eso volviera a ocurrir pero en una escala mayor? Esto nos hace pensar que dependemos de la misericordia de Dios, así como el pueblo de Israel tuvo que depender cuando estaba en el desierto.


Pasemos ahora a otro texto:


26Jesús les dijo:


—Les aseguro que ustedes me buscan porque comieron hasta llenarse, y no porque hayan entendido las señales milagrosas. 27No trabajen por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y que les da vida eterna. Esta es la comida que les dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.
28Le preguntaron:
—¿Qué debemos hacer para realizar las obras que Dios quiere que hagamos?
29Jesús les contestó:
—La única obra que Dios quiere es que crean en aquel que él ha enviado.
30Le preguntaron entonces:
—¿Qué señal puedes darnos, para que al verla te creamos? ¿Cuáles son tus obras? 31Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Les dio a comer pan del cielo.’


32Jesús les contestó:
—Les aseguro que no fue Moisés quien les dio a ustedes el pan del cielo, sino que mi Padre es quien les da el verdadero pan del cielo. 33Porque el pan que Dios da es el que ha bajado del cielo y da vida al mundo.


34Ellos le pidieron:
—Señor, danos siempre ese pan.


35Y Jesús les dijo:
—Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed. 36Pero como ya les dije, ustedes no creen aunque me han visto. 37Todos los que el Padre me da, vienen a mí; y a los que vienen a mí, no los echaré fuera. 38Porque yo no he bajado del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado. 39Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite en el día último. 40Porque la voluntad de mi Padre es que todos los que miran al Hijo de Dios y creen en él, tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día último.


41Por esto los judíos comenzaron a murmurar de Jesús, porque afirmó: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo.” 42Y dijeron:
—¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre.¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?


43Jesús les dijo entonces:
—Dejen de murmurar. 44Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré en el día último. 45En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos. Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a mí.


46“No es que alguno haya visto al Padre; el único que lo ha visto es el que procede de Dios. 47Les aseguro que quien cree, tiene vida eterna. 48Yo soy el pan que da vida. 49Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y a pesar de ello murieron; 50pero yo hablo del pan que baja del cielo; quien come de él, no muere. 51Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.” Juan 6:26-51


En esta porción de la Escritura podemos observar que mucho tiempo ha transcurrido desde que Israel estuvo en el desierto. En esta ocasión la gente busca a Jesús para hacerle una pregunta y esta tenía que ver con una necesidad diaria y vital. Jesús simplemente respondió a la gente que había venido a cumplir la voluntad de su Padre: Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite en el día último. Siete veces Jesús reitera sobre la vida eterna. ¿Por qué tanta insistencia? A pesar de todo, el resultado fue murmuración de parte de los incrédulos. Si no vemos con nuestros propios ojos no podemos creer. Entonces podemos ver que la falta de credulidad hace nula la promesa de la vida eterna. O crees y tienes vida eterna o no crees y mueres. Son dos polos completamente opuestos.


Otro sentido que podemos aplicar es que el pan del cual habla Jesús es un pan que alimenta espiritualmente. En el Antiguo Testamento el maná alimentaba materialmente al pueblo de Israel. Pero hay un detalle muy importante: Tanto el maná del desierto y Jesús provenían directamente del Padre. El es quien los enviaba desde el cielo, es decir no había ninguna intervención humana. Así como Israel estaba cruzando por un desierto; así nosotros estamos pasando por el desierto de la vida y nuestro único consuelo es la Palabra de Dios en nuestra vida. No en vano el Apóstol Juan dice:


1En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. 2Él estaba en el principio con Dios. 3Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. 4En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. 5Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla. Juan 1:1-5.


En una parte del libro “El Mundo Espiritual” (The Spirit World) por Clarence Larkin he podido encontrar una explicación bastante actual en cuanto a la vida eterna:


Cuando Jesús vuelva lo va a hacer en “Dos partes”. Primeramente va a descender a la atmósfera de nuestra tierra, llevando con Él las “Almas” de los muertos justos que están ahora en el Paraíso. 1 Tes 3:13, 4:14. Mientras Jesús se queda atrás en los aires, las “Almas” de los muertos justos van a continuar descendiendo a la tierra para coger sus cuerpos, porque los “Muertos en Cristo” se van a levantar primero. 1 Tes. 4:13-17. Esta es la Primera Resurrección. Vea el capítulo de las Resurrecciones. Luego nosotros (los santos) que estamos vivos y quedemos cuando Cristo vuelva seremos “arrebatados” sin morir (como Enoch y Elias) con los Santos Resucitados para juntarnos con el Señor en el aire. De ese lugar de encuentro vamos a ir al “Juicio del Trono de Cristo” (2 Cor 5:10), en donde seremos juzgados, no para saber si vamos a ser condenados, porque eso fue concluido en la Cruz (vea el capítulo sobre los Juicios), sino que vamos a recibir nuestros premios por nuestro servicio terrestre para el Señor. De allí vamos a ir al “Salón Nupcial” del Cielo en donde en la presencia de los “Amigos del Novio” (los Santos del Antiguo Testamento) y las huestes Angelicales del Cielo, vamos a estar reunidos, como la Iglesia, la “Novia de Cristo” y nuestro Novio Celestial, la ceremonia será ejecutada por Dios el Padre. Después de la Boda la Novia, la Iglesia, va a tomar su residencia en la “Nueva Jerusalén” y todo lo que es descrito sobre los habitantes de la “Ciudad Santa”, como aparece en los capítulos 21 y 22 del Libro del Apocalipsis, tiene referencia a los Santos después que han recibido sus cuerpos resucitados y han sido juzgados.


Cuando Cristo vuelva a la tierra en la “Segunda Parte” de su Segunda Venida, será para gobernar y reinar sobre la “Tierra del Milenio” como REY. Él va a traer consigo a su Novia, la “Iglesia” y vamos a reinar con Cristo desde los Cielos por 1,000 años. No podríamos hacer esto si no tuviésemos nuestros cuerpos Resucitados. Después del Milenio vamos a retornar con Él a la Nueva Jerusalén, que luego va a descender del Cielo (Apoc 21:1-2) y tomará su posición en la Tierra Nueva y vamos a pasar por los siglos de los siglos de la Eternidad con Cristo.





¿Tiene sentido cada palabra que el Señor Jesús dijo cuando estaba en la tierra? ¿Se complementa la palabra afirmada con lo que está escrito en el Antiguo Testamento? Si Israel es el pueblo escogido por Dios en el Antiguo Testamento, la Iglesia es el pueblo escogido como la Novia del Cordero. Hay mucha gente que hoy día vive aterrada con los acontecimientos actuales y la inminencia del retorno de Nuestro Señor Jesucristo; pero yo pienso que hay mucho más que ganar que perder con sólo creer en su Palabra.


Que Dios los bendiga grandemente y hasta pronto.


Carlos J León