Desde que vine a Cristo hace 32 años atrás siempre he escuchado esta palabra sencilla de dos letras: FE. Comencé a usarla y escucharla en nuestra jerga evangélica, como por ejemplo: “Los hermanos en la fe; yo no trabajo hermano, vivo por fe, etc.” Llegando a ser parte de nuestro diario vocabulario “cristiano”.
Una vez que comenzamos a tomar clases fundamentales de doctrina cristiana, el versículo favorito es: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” Romanos 1:17. Y sin olvidar la ilustración histórica que aparece en el libro de Hebreos en el capítulo 11 y en especial el versículo 1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Lo hemos escuchado tantas veces en nuestras iglesias que los mensajes que predican los pastores ya nos pasan desapercibidos y hasta a veces pensamos que ese tema ya no es más para nosotros que llevamos 3, 4, 10 o 30 años en el evangelio. Pensamos: “eso es para los nuevos creyentes, o los no creyentes”. Y decimos eso porque sabemos que por la FE somos salvos, podemos entrar al reino de los cielos e incluso recibir una respuesta a nuestra oración y tantas cosas que nos han ensañado en las iglesias e institutos bíblicos. Pero sin embargo hay dos clases de fe. Una es la fe carnal, es decir aquella que se puede comprobar, que está basada en el razonamiento humano y cree en las teorías y conocimientos del mundo. Es como por ejemplo, cuando tenemos un dolor de cabeza, tomamos una aspirina porque sabemos que en una hora o en minutos esa medicina puede hacer calmar ese dolor. Es así entonces que tenemos fe en esa medicina y de acuerdo con las características impresas en la caja, sirve para calmar los dolores de cabeza. Es decir, podemos comprobar ese hecho.
En la antigüedad, especialmente en la época de Jesús en la tierra, se llevaron a cabo numerosos milagros y aun así muchos de ellos, que vivieron junto con el Señor no podían creerlo como en el caso de Tomás: “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”(Juan 20:27-29). Si esto sucedía en la época de Cristo, cómo debe de estar la incredulidad en nuestro tiempo en tanto que la maldad se ha multiplicado enormemente. Hay algunos que incluso llegan a decir que no creen ni en su propia sombra. El gran peligro que existe en nuestras iglesias es que queremos muchas veces manipular a Dios a nuestra conveniencia. Hay veces que oigo decir en las iglesias que si Dios les permite ganar la lotería, donarían un templo o un bus para la iglesia. Que si Dios les concede un milagro entonces le van a servir el resto de sus vidas. Hermano, hermana, eso es lo que menos le interesa a Dios, si él tiene mejores cosas en el cielo. Basta ya de creernos indispensables. Hay gente que no le gusta trabajar y anda diciendo que viven por fe, cuando en realidad están viviendo a costas de otras personas. En las iglesias también se habla del hermano carnal vestido con traje de oveja que “se ha apartado de la fe”; mientras que nunca se había convertido genuinamente, o también se dice: su fe se ha enfriado. ¡Qué empleo tan equivocado de la palabra FE!
Es así que llegamos a sacar tantas conclusiones erróneas porque simplemente Dios no nos ha respondido o porque no hemos llegado a tener la fe que realmente agrada a Dios. Y es ahora que llegamos a definir lo que es la fe espiritual. Esta es la fe que cree completamente en la Palabra de Dios y al mismo tiempo actúa. Es decir, es una fe que produce frutos porque está obrando constantemente. Con esa fe no solamente se cree que hay un Dios Todopoderoso sino también se cree en lo que dice su Palabra. “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” (Marcos 11:24) Es decir debemos tener una fe como la de un niño cuando se le promete algo.
Otra de las características de la fe espiritual es que no comete las obras de la carne. Las pasiones carnales eran una cosa bastante común en la época de los primeros cristianos. Conforme el tiempo va transcurriendo, luego del Pentecostés, se presentaron muchos problemas morales en el seno de las Iglesias de aquella época. Pablo llega a escribir en su epístola a la Iglesia de Gálatas “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21). Como vemos son cosas que siguen aun en medio de nuestras iglesias, quizás no sean manifiestas en el templo, pero en casa de los creyentes, ¿quién sabe? Por ejemplo: Cuando una familia cristiana venia a la iglesia y ahora sólo vienen los padres y no los hijos, ¿qué puede estar pasando en casa? ¿Acaso los padres han dado buen testimonio a los hijos? ¿Están los padres siendo un modelo de conducta de acuerdo a las Escrituras? ¿La fe de ellos está produciendo buenos frutos? ¿O se trata de una fe sin obras, que es en realidad muerta? “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (Santiago 2:26).
El gran fracaso el día de hoy en nuestras iglesias se debe a que no se ha sabido diferenciar o definir el verdadero sentido de la fe. Siempre se nos ha hablado de una fe teórica pero no práctica. Hay hasta libros enteros que tratan de definir lo que es la fe. Es por eso que muchas veces los esfuerzos de evangelización fracasan porque no se tiene una noción especifica de lo que es la fe. “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará;e y nada os será imposible.” (Mateo 17:20)
Si hoy queremos ver Iglesias transformadas, debemos comenzar por nosotros mismos, creer completamente lo que dice su Palabra y obrar al mismo tiempo. Debemos también de despojarnos de todo deseo carnal porque la fe espiritual es todo lo opuesto a la fe carnal. Una de las cosas que se debe de hacer es ayunar para poder tener claridad al leer la Palabra de Dios y poder tener fuerza para combatir los deseos carnales.
Que Dios les bendiga grandemente y en la próxima vez les estaré compartiendo un poco sobre la fe espiritual con más detalles. Por el momento solamente quería establecer una diferencia concreta en lo que es la fe carnal y la fe espiritual que es la que agrada y es aceptada por Dios.
Carlos J. León
Carlos, personalmente incorpore el ministerio VISION EVANGELISTA INTERNACIONAL, y también esta BLOGS, aunque tu lo creaste es parte de mi ministerio y tengo los documentos que el gobierno Americano me entrego y quiero que le des la baja, Carlo te ruego deja este blogs y de usar el nombre de mi ministerio ya lo tengo reconocido dentro del gobierno a mi nombre- DIOS TE BENDIGA
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